Qué voy a decir yo sobre la belleza, la grandiosidad y lo imprevisible que puede ser el mar que no se haya dicho ya. Pero esta pequeña historia sólo tiene que ver con el mar el hecho de que fue el mar el que me llevó, hace más de 50 años, a una refinería de petróleo ubicada en el río Congo.
Estábamos descargando crudo de petróleo y nuestro capitán invitó a comer al director y a algunos técnicos de la refinería. Ellos contaban con bastantes empleados que vivían cerca, en pequeños poblados. Y digo bastantes porque las ausencias al trabajo estaban a la orden del día. Muchos de ellos, después de cobrar la semana no volvían a aparecer por allí hasta que se quedaban sin dinero.
Entre estos empleados destacaba por su inteligencia y buen hacer un individuo llamado Abu. Pero la refinería tenía un problema con Abu y es que su horario de entrada por las mañanas era muy irregular. Así que el director le llamó un día y le dijo: “Abu, te voy a hacer un regalo”. Y le dio un despertador. Le explicó cómo funcionaba y razonó con él por qué era mejor eso de despertarse a una hora fija por las mañanas para que así tuviera tiempo de llegar puntual al trabajo.
Abu se marchó ese día, no se sabe si convencido o no sobre lo que se le planteaba, pero durante varios días seguidos Abu llegó puntual por la mañana. El director se felicitó a sí mismo por el buen resultado de su idea. Pero un día todo cambió: Abu se presentó en el despacho del director y le devolvió el despertador. El director, asombrado, le preguntó: “¿Qué pasa, no funciona? ¿No te gusta?”. Y Abu respondió: “Sí, es bonito y funciona bien, pero me despierta cuando todavía tengo sueño”. Abu era sin duda un hombre feliz.